¿Cuántas veces nos hemos planteado, respecto a la pareja, los hijos, u otras personas: “no valoran lo que hago”; “no lo agradecen”; “nunca me reconocen el esfuerzo”?
Con seguridad, la respuesta es “muchas veces”.
Pero, ¿cuántas veces nosotros reconocemos el esfuerzo o los méritos de los que nos rodean? ¿cuántas veces les decimos que estamos muy satisfechos? ¿que se lo agradecemos?
Los afectados por los trastornos de la personalidad padecen dificultades para llevar a cabo acertadamente muchas actividades, especialmente de carácter social o laboral. Lo intentan una y otra vez, y fracasan repetidamente.
Pero a veces también lo consiguen. Por pequeños que sean esos triunfos necesitan ser expresamente reconocidos, y más aún por los más cercanos, aquellos que tan insistentemente les recuerdan sus fallos.
El refuerzo positivo; el reconocimiento, es la herramienta indispensable para ayudar a los afectados. No basta una mirada, no sirve el silencio. Hay que mostrar abiertamente la satisfacción por un determinado logro.
Es necesario recordar que si nosotros echamos en falta el reconocimiento de los otros, más acuciante es esa necesidad en aquellos que intentan conducir su vida desde una posición de angustiosa inseguridad.